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12 de abril de 2016

PIENSE Y HÁGASE RICO


Los Pensamientos son Cosas.

El hombre que PENSÓ en la manera de asociarse con Thomas A. Edison


     Desde luego, los pensamientos son cosas, cosas muy poderosas cuando se combinan con la exactitud del propósito, la perseverancia y un imperioso deseo de convertirlas en riqueza, o en otros objetos materiales.


    Hace algunos años, Edwin C. Barnes descubrió lo cierto que es que los hombres realmente piensan y se hacen ricos. Su descubrimiento no surgió de pronto, sino que fue apareciendo poco a poco, empezando por un ferviente deseo de llegar a ser socio del gran Edison.




    Una de las características principales del deseo de Barnes es que era preciso. Quería trabajar con Edison, no para él. Observe con detenimiento la descripción de cómo fue convirtiendo su deseo en realidad, y tendrá una mejor comprensión de los principios que conduce a la riqueza.

     Cuando apareció por primera vez en su mente, Barnes no estaba en posición de actuar según ese deseo, o impulso del pensamiento. Dos obstáculos se interponían en su camino. No conocía a Edison, y no tenía bastante dinero para pagarse el pasaje en tren hasta Orange, New Jersey. Estas dificultades hubieran bastado para desanimar a la mayoría de los hombres en el intento de llevar a cabo el deseo. ¡Pero el suyo no era un deseo ordinario¡

El Inventor y el Vagabundo

     Barnes se presentó en el laboratorio de Edison y anuncio que había ido hacer negocios con el inventor. Hablando de su primer encuentro con Barnes, Edison comentaba años más tardes: estaba de pies ante mí, con la apariencia de un vagabundo, pero había algo en su expresión que transmitía el efecto que estaba decidido a conseguir lo que se había propuesto. Yo había aprendido con los años de experiencia, que cuando un hombre desea algo tan imperiosamente que está dispuesto a apostar todo en una sola carta para conseguirlo, tiene asegurado el triunfo. Le di la oportunidad que me pedía, porque vi que él estaba decidido a no ceder hasta obtener el éxito. Los hechos posteriores demostraron que no hubo error.

     No podía haber sido el aspecto del oven lo que le proporcionara su comienzo en el despacho de Edison, ya que ellos estaban definitivamente en su contra. Lo importante era lo que él pensaba. Barnes no consiguió su asociación con Edison en su primera entrevista. Obtuvo la oportunidad de trabajar en el despacho de Edison, por un salario insignificante.

     Transcurrieron los meses, en apariencia, nada había sucedido que se aproximase al codiciado objetivo que Barnes tenía en mente como su propósito inicial y preciso. Pero algo importante estaba sucediendo en los pensamientos de Barnes. Intensificaba constantemente el deseo de convertirse en socio de Edison.

     Los psicólogos han afirmado, con todo acierto, que (Cuando uno está realmente preparado para algo, Aparece).  Barnes se hallaba listo para asociarse con Edison; además, estaba decidido a seguir así hasta conseguir lo que buscaba.

     No se decía a sí mismo. Vaya, no hay manera. Supongo que acabare por cambiar de idea y probare un trabajo de vendedor.  En vez de eso se decía. He venido aquí a asociarme con Edison, y eso es lo que hare aunque me lleve el resto de mi vida. Estaba convencido de ello. Que historia tan diferente contarían los hombres si adoptaran un propósito definitivo, y mantuvieran ese propósito hasta que el tiempo lo convirtiese en una obsesión obstinada.

     Quizás el joven Barnes no lo supiera en aquel entonces, pero su determinación inconmovible, su perseverancia en mantenerse firme en su único deseo, estaba destinado acabar con todos los obstáculos, y a darle la oportunidad que buscaba.

Los inesperados disfraces de la oportunidad.

     Cuando la oportunidad surgió, apareció con una forma diferente y desde una dirección distinta de las que Barnes había esperado. Ese es uno de los caprichos de la oportunidad. Tiene el curioso hábito de aparecer por la puerta de atrás, y a menudo viene disimulada con la forma de infortunio, o de la frustración temporal. Tal vez por eso hay tanta gente que no consigue reconocerla.

Edison acababa de perfeccionar un nuevo invento, conocido en aquella época como la máquina de Dictar de Edison. Sus vendedores no mostraron entusiasmo por aquel aparato. No confiaban en que se pudiera vender sin grandes esfuerzos. Barnes vio su oportunidad, que había surgido discretamente, oculta en una maquina estrambótica que no interesaba más que a Barnes y al inventor.

Barnes supo que podría vender la máquina de dictar de Edison. Se lo sugirió a este, y, de inmediato, obtuvo su oportunidad. Vendió la máquina. En realidad, lo hizo con tanto éxito que Edison le dio un contrato para distribuirla y venderla por toda la nación. A partir de aquella asociación, Barnes se hizo rico, pero también consiguió algo mucho, más importante: demostró que uno, realmente, puede. Pensar y hacerse rico.

Barnes literalmente se pensó en asociación con el gran Edison. Se pensó dueño de una fortuna. No tenía nada con que empezar, excepto la capacidad de saber lo que deseaba, y la determinación de mantenerse fiel a ese deseo hasta hacerlo realizado.


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